jueves, 13 de septiembre de 2007

-|- Auto - Revelación -|-

Domingo 15 de Julio, 10:30 p.m. Aproximadamente.



“Me entregué a tus órdenes.
Como siempre, estuve feliz por tener algo que hacer, pero no sabía que ese algo sería una parte más de mi lado que, francamente es psicópata.
Comenzó la pelea. Ya nadie podía decir con exactitud por qué peleábamos y si lo hacíamos en realidad o no. Sólo recuerdo que mentí… por diversión, creí que segaríamos con la broma, pero no pude evitar hacer algunas preguntas a partir de esto.
El ambiente se acaloraba y te saqué a la pelea; en ese momento todo se volvió negro.
Pero no podía parar, estaba siendo controlada por mi orgullo y ya no recordaba ningún por qué.
Terminé de pelear sólo porque alguien me obligó indirectamente a hacerlo. Ella concluyó con un “pero no te enojes” que despertó aún más mi orgullo, “estoy alterada, no enojada”, respondió éste por mi.
Corrí a mi pieza intoxicada por su maldito olor a humedad que no me deja tranquila desde el 12. Apestada. Caminaba rápidamente intentando gritar con voz muda al darme cuenta de todo lo que había descubierto de mí ahí. Lloré como siempre, sin embargo, como nunca (porque siempre es distinto, pero igual).
No sabía dónde estaba. ¿Era esto Realidad ó Wonderland? ¿Se había transportado ella a Wonderland? No, era lo que había predecido: mi cable a tierra se cortaba y esto se traducía a mi fin. Locura. Porque sin Realidad sólo tenía la mitad del mundo, la mitad de las respuestas.
Recordé entonces la forma que nunca había fallado para hacerme volver, pero que me había jurado no hacer más.
Luego de varios minutos de intentar nuevas (y/o antiguas) fórmulas para saberme, me rendí.
La tomé, tan fría como siempre, plástica y amarilla… si hubiera sabido qué llevaba dentro…
Lo intenté una vez. No pude.
¿Cómo iba a ser tan difícil? Sólo quería ver si aún estaba viva, si aún era mortal (y recuerdo otra vez sus palabras, las de él), si aún sentía dolor.
Me paré y pensé en las consecuencias de mis actos. Me senté, tomé de una mano a mi compañera (es aquí donde comienza a delirar) y “conversamos”, “tomamos el té” olvidadamente, pero no del todo. No sentía dolor. Al darme cuenta de esto abrí mi clóset, busqué alcohol, (aquí dejo de delirar) tomé una colonia, puse un poco en un paño y me la unté en mi salida (o entrada) a la Realidad.
Me sirvió para tranquilizarme y el alcohol para contrarrestar ese detestable olor a humedad.
¿Por qué siempre resulta? ¿Por qué nadie entiende que resulta?
Mi cable se corta y ya sólo encajo en Wonderland, pero para vivir completamente allí desaparecer sin morir (porque los de Wonderland están vivos), más bien debo alejarme. Irme con sus habitantes, donde quiera que se encuentren… en México para ser feliz socialmente, en Alemania para ser feliz mentalmente.

Y ahora estoy tranquila, aunque sé que el sustituto del que alguna vez odié ha logrado cortar mi cable a tierra (o en eso está), pero me doy cuenta de que nunca se irá ese espíritu que me cambia todo cuando creo que va bien y me ataca por el lado que más vulnerable tengo en el momento de su aparición (el estúpido amor adolescente para él y mi Wonderland para el “nuevo”). Pero ya no lo culpo a él por haber sido el primero en tomar inconcientemente ese papel. Un poco del rencor se fue, pero su inconsecuencia la pagará caro…

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