Así de simple se va todo... porque lo amé antes de conocerlo... porque creí que era mío. Solo mío. Y aun ni si quiera sabía su nombre... ¿Pero por qué tenía, usted, que hacerme caer a tierra de este modo y en este momento? Usted, sabe, mi querida señora, que lo he esperado por largo período de tiempo, que he soportado cuanto obstáculo se me ponga enfrente, que me he mantenido en pie pese a los miles de reclamos que he recibido, no sólo de parte suya. No. Sino que de los miles que se hacen llamar mis maestros también. Esos que creen que por mostrarme una de sus lecciones son mis guías (aunque al principio yo les di esa libertad).
Me ha ilusionado con un paraíso. Me mostró un nuevo juego en el que no se involucraba dolor. Me dio a probar un nuevo sabor de lágrimas... porque estas lágrimas serían por el éxito de lograr y crear algo nuevo. Pero fue sólo una pequeña muestra. Luego de eso debía olvidar todo, ¿No es así? Después de saber la existencia de aquella magia debía aprender que nunca la aprenderé, ¿Es eso lo que me quería decir con sus entusiasmos? Bien. Pues aquí estoy. Y no entendí sus ironías tan mimetizadas con mi alegría. Que, por supuesto, usted compartía gustosa conmigo. ¿Qué solución me da entonces? Ninguna, obvio. Pues es usted una experta en este arte. En el arte de dejar a los demás con las ganas solamente de hacer, tener, lograr, soñar, o lo que sea, con lo que uno realmente quiere.
Pues yo no quiero seguir cayendo en sus fechorías, estimada superior. Y no entiendo por qué me ha dejado caer si. Se supone. Debe usted ayudarme... entonces espero que tenga razones bien concretas para hacerme lo que me hace.
Resumiendo: primero me ilusiona. Después me esperanza. Luego me insinúa algunas cosas, pero aun nada concreto... y luego, como un golpe me arranca todo... como si yo fuese una planta sedienta, me mostrara el agua, y luego me tomara por las hojas y me arrancara de raíz de mi macetero...
¿Contenta?
Me alegro yo ahora.
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