martes, 12 de mayo de 2009

La razón por la que evito siempre tomar desiciones:

Más me partiría el alma si negara que te quiero con el alma, de aquí hasta la eternidad, tantas veces como sea posible. Porque cuando a uno lo traicionan, duele, cala hondo y deja cicatriz. La traición se paga, la destrucción se vive. Y traicionarse a uno mismo sería herejía. Pero jamás imaginé que terminaría yo haciéndote sentir una traición a ti (sea esta real ó no). Somos como dos ángeles. Clandestinos y deseosos, frágiles ¡Si ni si quiera fui capáz de sacarte de las tieneblas jamás! No lo necesitabas, ya no necesitabas. El deseo máximo de conseguir placer, si no es así, no vas por ello. Y yo esperé a que nacieras. Mi metáfora se sobrecargaba con tus sentimientos, pero nunca respiraste agua y yo me ahogaba. Árboles que no desean y peces que no lo notan. Es que nos perdimos en el silencio. Era la señal que buscaba. Dejamos de existir, porque cualquier palabra parecía injusta. Es que expresar duele, sentir duele, pensar duele, crear me duele si no tiene sentido alguno. La distancia es algo que poco ha tenido que influir, pero el hecho, el tiempo, la melancolía y las lluvias que dejamos de compartir son quienes causan los finales. La diferencia es que lo noté antes, la diferencia es que me abrí paso y ante eso no pude hacer nada más. Y cuando uno deja de tomar desiciones los demás las toman por ti y si dejaba que siguieras decidiendo, lo eterno que tanto añoro, que tanto amo y anhelo, terminaría por ser lo absurdo, la burla sombría de nuestro dolor creciente e intacto, innombrable. No te culpo por no querer notarlo. Te cegaste, llegaste a ese punto hermoso y perfecto en el que el amante lo es todo; es confianza y delicia, ese estado al que ya no puedo llegar (que aparezca alguien). Que no puedo llegar por miedo al maquiavélico, al complot, a esa angustia que se concentra en el estómago. Ese asco que parte en el centro del cuerpo y se expande hasta la respiración y crea un ciclo de dolor, de odio, de pena, de destrucción. Eso que nunca, nunca, nunca quice que vivieras... y que yo misma te hice sentir... más de una vez.

1 comentario:

Shemyr dijo...

Quiero abrazarte y