domingo, 24 de mayo de 2009
XIII
He muerto, me dije, he muerto. Porque decidí que he muerto, porque decidí hacer de verdad lo que los demás dicen que hago: decidí ser feliz, porque los demás dicen que soy feliz. Decidí ocultar que existo para que sea más fácil, para dejar de ser inútil, para dejar de deambular, para dejar de molestar que ame con el alma llevar la sensación al extremo... al extremo, aparentemente, opuesto.
Porque sufrí por no ser quien querías que fuera, y por creer en la armonía de mi ser, en el equilibrio del deseo, creí en satisfacer mis deseos, que era capáz. Y no era capáz... Eso aprendí contigo, que debo ser manipulable y que querer ser uno mismo es una estupidez, se pierde el tiempo.
No quise ser parte del proceso destructivo de volver a un loco, cuerdo. Y no pensaste, pero tu impulsividad me ahorca, me estremece, me aplasta, me suprime. Los genios fueron calificados de locos, los revolucionarios que defiendes fueron calificados de locos, ¡vives de los locos y quieres volverlos cuerdos! Y me escupes en la cara y tus secuaces escupen en mi cara dos veces más porque amo lo que no amas, y no lo amas porque no lo piensas.
En la infinita necesidad de ser libre me refugié en el abismo del silencio. Estar a la deriva jamás me pareció un placer, estar a la deriva aturde. Y no aturde con delicia (como el amor).
Ese deseo, esas ansias escalofriantes de amor. De lo eterno y los único. Eso que tuve y que llevé al extremo... pero después de eso no hay más. No hubo más. Y lo cambié por el otro extremo y me di cuenta de que era una satisfracción a la necesidad momentánea. El deseo era efímero y rogué por el Sol otra vez en mi cara, ruego por ver nublado. Pero estás tú. Ahí. Constante y eternamente parpadeante. Es como tener las cosas a medias, es como desear pero no querer, pero yo sé que me quieres y sé que no me amas, sé que no amo y sé que quiero amar.
En busca de la belleza, en busca de lo imperfecto (porque lo perfecto aburre), en busca de los ojos atontados de tanta alegría, la sonrisa sincera y real, lo cinematográfico, lo clásico, lo clásico, lo clásico y romántico. Que nuestros estados de ánimo cambien según el clima, que no dependamos el uno del otro pero no tengamos miedo de acercarnos a ello. Amarnos. Creer que los mensajes subliminales existen, creer en los retrasos perfumados y las sorpresas que brillan...
y mirar atrás y que esté vacío...
Que no exista nada más. Y que termine de golpe o de a poco y sufrir porque ya no nos tenemos, porque el hábito tiene tanta fuerza, la costumbre.
He muerto. Porque dejé de intentar obtener lo que deseo. Mi alma se ha destrozado ya, y no puede haber más dolor, ni sentimientos, ni sensaciones, ni reacciones. He muerto, he muerto porque ya no busco nada.
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