viernes, 13 de junio de 2008

just crónica


Mi cabeza dentro de una mezcladora, pero hay piedras y agua en su interior: no se mezclan, pero se juntan de una manera odiosa, y si a esto, además le añadimos mis propios pensamientos, todos girando y cambiando de dirección continuamente es algo casi insoportable. De hecho, es esa la razón por la cual ya exploté dos veces con llanto en la misma semana. Además las ansias de no sé qué cosa no me dejan tranquila.

Decía que la princesa que llega a mi lado patéticamente (espero que ella no lea esto) todos los días a pedir algún consejo se aburrió de esperar a que el príncipe azul tomara a su corcel y la sacara del castillo. Así simplemente, se aburrió, y fue ella misma en búsqueda del guardián del castillo. Chistoso me pareció a mí, pero así lo contaba ella.

La cosa es que se aburrió y empezó a mandarle burbujas de amor al tipo que cuidaba su habitación del dragón lanzallamas, igual el guardián la notó y se confundió, pero tampoco la rescató. Lo extraño es que a ratos se quedaba callada mientras me contaba esto y me decía “no sé si olvidé a mi príncipe…” y como que despertaba y continuaba la historia. Yo no le hacía caso. Yo pensé que se había enamorado, pues las personas, cuando les gusta alguien y lo pierden y comienzan otra relación, pero siempre acordándose del primero (tal vez no al punto de no poder rehacer su vida) es porque se enamoraron, o al menos eso tenía entendido yo. Y esta princesa no se olvidaba de su príncipe, aunque le coqueteó al guardián y todo. “Media egoísta la princesa” le dije, pero no me entendió, así que expliqué “egoísta porque quería al príncipe y además al guardián” y ahí cayó, pero no dijo nada, sólo me quedó mirando con cara pensativa como si quisiera sacarse los pillos “no sé…” me decía otra vez.

Y continuó: la princesa finalmente logró encantar al guardián y se quisieron un tiempo, pero siempre estaba ahí el príncipe, que nunca llegó, que la princesa decía que perdió, como en la guerra, pero que siempre estaba en la cabeza de esta niña metafórica. Y entonces ahí fue donde culminó con la pregunta del millón y la que me dejó pensando hasta ahora, pero antes me hizo el planteamiento: “mira, la princesa ahora está con el guardián y te puedo asegurar que le gusta (esto con tono de inseguridad), pero no puede dejar de pensar, aunque sea un poco, en el príncipe, y en realidad el príncipe jamás se puso los pantalones e hizo méritos para que la princesa se haya enamorado, pero no sé por qué no lo puede olvidar; en cambio el guardián terminó por querer en serio a la princesa, si de verdad se nota que la ama, como un típico final feliz, pero no tan feliz, porque acuérdate que a la princesa algo le pasa con el príncipe, pero no sé qué es, porque quiere ser feliz con el guardián, pero es como si algo la atara al príncipe, algo tiene este personaje, pero no sé qué, porque no ha hecho nada especial tampoco” y la pregunta de la patada en el estómago: “¿Qué hago?” Yo le expliqué mi teoría y le dije que tal vez la princesa se había enamorado del príncipe y que al final el guardián había servido para aprender algunas cosas, en realidad aprendió varias, muchas, pero ya acabó eso, y que si el príncipe sigue enamorado de la princesa entonces ella debería cortar por lo sano y decirle adiós al guardián y cambiar la dirección de las burbujas hacia el príncipe. Pero con sólo escuchar la palabra “enamorada” me di cuenta de que un escalofrío le había recorrido el cuerpo, parece que no le gustó la idea.

Volvió a caer a tierra, se puso seria y me dio las gracias. Se fue algo inmutada. No me sorprende, suelo ser cruda para mis respuestas y ella suele ser sensible, chocamos. En todo caso, yo que la princesa mando a volar a todos.

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