sábado, 28 de junio de 2008

2a. El loco desnudo. El caballo.


Entra al colegio y ve a Sergio y Daniel otra vez. Les saluda y pregunta por su anterior ausencia. Qué importa.

Entra y ve a quien buscaba. Le saluda con un beso. Lo abraza continuamente. Niega frases comprometedoras.
Sale del colegio. Mario de su mano. Camina hacia el centro de alguna ciudad. Un edificio sin termiar y desde su ventana más alta un loco desnudo. Es el manicomio y el loco baila mostrando una gigantografía del día de las madres.

Baila el loco y salen a bailar diescinueve locos más en coordinación enferma. Y caen al suelo. Y saludan a las personas que pasean por el centro. Que los observaban. Y me escapo. Y pierdo a Mario. Y encuentro su cara. Y nos vamos...
Salta el cemento. El salto más grande que alguna vez haya dado. Era el 2a.Escapa. Llegan a un pasaje y encuentran a Gloria. Mario y Gloria conversan. Ella se despide. Pero encuentran a Andrea, que habla de robos y asaltos. No escucha. Se despiden.

Mario se adelanta y la deja sola. Ella divisa a un pobre hombre arriba de una carreta guiada por un flaco caballo. Ambos se desmayan. Pregunta qué sucede. Hambre y frío. Los lleva a su casa y le cuenta lo ocurrido a María. Se enfada. Los alimenta.

Un gatito da vueltas alrededor de la casa. Un hombre sin hambre ni frío preguntan alguna forma de dar gracias. No hay más que palabras. Pero no quiere regalar sólo las palabras. Se cree dueño de algo más valioso. Se sabe dueño de una caballo.
Se va sin el caballo.

sábado, 21 de junio de 2008

Vahído_____


Entré. Instintivamente te busqué con la mirada: estabas allí, tomé una silla y me senté a tu lado. Esperé alguna señal, y llegó. Un saludo. Me bastó para saber que me recordabas. Así que pude seguir tranquila.
Esta vez no hubo más cambios que esa pequeña contraseña. Fue algo denso y difuso el resto de la jornada, pero el término respondería algunas preguntas: fuiste algo indiferente, algo distante, lo que me confundió un poco, no podía atraparte, eras como jabón y esas pequeñas burbujas que se separan de él aún más escurridizas. Así pasaron lo siguientes veinticinco minutos. Silenciosos y aislados.


De repente, poco a poco comenzaste a deslizar pequeñas palabras, luego oraciones y finalmente preguntas. Tantos segundos analizándote no me quedaba tiempo para ser natural y lancé una violenta respuesta ¿Qué habrás pensado en ese momento? Era fácil ser algo narcisista y creer firmemente que pensabas en estrategias para lograr ganarle a mi máscara. Pero había que ser realista, aunque esto fuera, en cierta forma, más difícil: pensabas en la música que salía de los televisores, o tal vez en el espeso aire que se formaba con las respiraciones de las personas; quizás en qué harás al terminar de cruzar algunas miradas de reojo entre todo el grupo, o en una de esas, en llegar pronto a casa.

Intento poder participar en alguna nueva interacción para hacerla parte de nosotros, quiero apartarme del resto, quiero que nos alejemos de los demás y nos olvidemos que no vamos sólo los dos en esa pestilente caja. Lo intento. Lo intento. Lo intento. No puedo más.

¡Al suelo!

Sólo un grito alcanzo a divisar desde tus labios, un nombre, pero no es el mío. Inmediatamente después siento tu, ahora, extraño brazo alrededor de mi cuerpo. No hay más.


Abro los ojos y lo primero que veo son tus amigables zapatillas caminando de un lugar a otro a mi alrededor. Eres tan sencillo. Luego aparecen más miradas. Cientos, miles. Y otra vez más brazos, y me elevan y me hacen preguntas y yo digo sí, sí, sí… luego no te vi más, hasta que entré en una sala de aspecto frío engañoso, pues la temperatura es elevada. Comienzan a dar algunas órdenes y yo te pierdo entre la curiosidad ajena. El ambiente se calma y veo tus ojos relampaguear de vez en cuando, pero no hay más palabras, al menos de tu parte, porque de otras bocas salen por cientos de decenas.

Partimos otra vez. Ahora estás siempre a mi lado, velando. (Sólo espero no estigmatizarme por ese episodio). Sigo algo aturdida y ya no pienso más en hablarte, es algo que descarté. Entre mareos y enajenaciones siento un pequeño golpe en mi pie y te miro, y golpeas tu zapatilla contra mi zapato suavemente y lo continúas con una dulce sonrisa. Intento sonreírte, pero es difícil en este extraño estado y te ignoro. Y lo intentas otra vez, tal vez no he notado que has sido tú. Y me giro, pero no me miras. Mis ojos se clavan en los tuyos hasta esperar respuesta, y la obtengo. Me miras de reojo y no puedes evitar volver la cabeza a mis insistentes ojos. Y me sonríes con más ganas. Ese fue el momento que hizo que todo cambiara. Que el mar atestado de insectos que había en mi interior se tornara cristalino y danzante y se reflejó en todo mi cuerpo.


No me volviste a hablar, pero ese juego fue suficiente para recordarte por la eternidad. Hasta que nos reencontramos y me incitaste a una nueva salida, pero ahora sin mundo, sin grupo, sin poder apartarse porque ya estaríamos apartados. Esa fue la nueva señal, la nueva contraseña.




lunes, 16 de junio de 2008

La Ciudad Y Los Caminos. (reescrita)

Si por casualidad nos encontramos en Daniel, entonces podemos guiarnos por su pureza, podrás ver en ella un camino de amantes guiarte hacia la plaza, y así, uno de quejumbrosas miradas llevándote hacia ajenas dimensiones. Endemoniadas estrategias de individualismo se congregan en los extremos de Daniel, aunque siempre podemos deleitarnos, dondequiera que estemos, con algunos solitarios que vagan con su ayuda santificada. Cada vez más hacia el centro se idealiza la perspectiva y muchas veces nos evoca recuerdos de cosas que jamás ocurrieron, o que soñamos o que inventamos. Si seguimos a los iguales terminamos donde empezamos, si seguimos a los parecidos acabamos yendo adonde lo esperábamos, pero si perseguimos en su camino a los distintos podemos llegar a Daniel en su esplendor: sus colores, aromas y sonidos unificados brusca, pero artísticamente en el centro de la cuidad. Así es Daniel: pura; cada sentimiento, emoción, amor, desdicha, goce, placer o decepción lo es por completo, se demuestra en su gente y en cada paso que dan, formando con sus cristalinas huellas un sendero, un nuevo camino, un nuevo destino, un nuevo final. Se edifica tan lento como el pasar de un segundo, lo no notamos, no pensamos. En Daniel sólo actúas. Cada paso es espontáneo, automático y definido, pero la costumbre los mimetiza hasta hacerlos insensibles o, para nosotros, agradables. Cada dirección cambia la imaginación. Su poder en los paseantes es total; cálida y dominante es Daniel. Un sonido o palabra logra que muchos pares de algo de alcen y si uno se alza, pronto podrás ver comenzar un nuevo día. Al entrar te puedes encontrar inmediatamente con un imponente edificio demostrando que Daniel ha comenzado. Miras a tu izquierda y está esta inmensa construcción, algo de miedo e inseguridad recorre la espalda de quien le mira, como si éste capturara tus más recónditos secretos y los pusiera en sus ventanas. Ahora gira a tu derecha, levantas la mirada y notas a los cientos de pares de curiosos ojos observándote ansiosamente. Esperan ansiosos. Dulce y suave se va tornando el aire, comienza a llover delicadamente y ahora se puede apreciar a las sombras salir de sus hogares. Suenan las gotas contra los pisos de metal. Brillan, bailan y cantan. Y paras. Un laberinto se descubre en Daniel, nadie lo conoce completo, nadie ha memorizado nada. Los seres no se conocen, o no se recuerdan. Caminan, se pierden y se encuentran otra vez ¿Es la misma persona? Caminan más y más, cada uno de ellos sabe adonde va, conocen todos los finales, los caminos, pero no qué ocurre al llegar allá. Luego de la lluvia el viento sopla en Daniel, levanta a sus habitantes del suelo, los eleva como si fueran de papel, reúne a las familias en armonía. Todo acaba en sus calles, ya no hay nada más visible. Todo en la ciudad se desvanece, se guarda, y nosotros nos vamos con ella.

viernes, 13 de junio de 2008

just crónica


Mi cabeza dentro de una mezcladora, pero hay piedras y agua en su interior: no se mezclan, pero se juntan de una manera odiosa, y si a esto, además le añadimos mis propios pensamientos, todos girando y cambiando de dirección continuamente es algo casi insoportable. De hecho, es esa la razón por la cual ya exploté dos veces con llanto en la misma semana. Además las ansias de no sé qué cosa no me dejan tranquila.

Decía que la princesa que llega a mi lado patéticamente (espero que ella no lea esto) todos los días a pedir algún consejo se aburrió de esperar a que el príncipe azul tomara a su corcel y la sacara del castillo. Así simplemente, se aburrió, y fue ella misma en búsqueda del guardián del castillo. Chistoso me pareció a mí, pero así lo contaba ella.

La cosa es que se aburrió y empezó a mandarle burbujas de amor al tipo que cuidaba su habitación del dragón lanzallamas, igual el guardián la notó y se confundió, pero tampoco la rescató. Lo extraño es que a ratos se quedaba callada mientras me contaba esto y me decía “no sé si olvidé a mi príncipe…” y como que despertaba y continuaba la historia. Yo no le hacía caso. Yo pensé que se había enamorado, pues las personas, cuando les gusta alguien y lo pierden y comienzan otra relación, pero siempre acordándose del primero (tal vez no al punto de no poder rehacer su vida) es porque se enamoraron, o al menos eso tenía entendido yo. Y esta princesa no se olvidaba de su príncipe, aunque le coqueteó al guardián y todo. “Media egoísta la princesa” le dije, pero no me entendió, así que expliqué “egoísta porque quería al príncipe y además al guardián” y ahí cayó, pero no dijo nada, sólo me quedó mirando con cara pensativa como si quisiera sacarse los pillos “no sé…” me decía otra vez.

Y continuó: la princesa finalmente logró encantar al guardián y se quisieron un tiempo, pero siempre estaba ahí el príncipe, que nunca llegó, que la princesa decía que perdió, como en la guerra, pero que siempre estaba en la cabeza de esta niña metafórica. Y entonces ahí fue donde culminó con la pregunta del millón y la que me dejó pensando hasta ahora, pero antes me hizo el planteamiento: “mira, la princesa ahora está con el guardián y te puedo asegurar que le gusta (esto con tono de inseguridad), pero no puede dejar de pensar, aunque sea un poco, en el príncipe, y en realidad el príncipe jamás se puso los pantalones e hizo méritos para que la princesa se haya enamorado, pero no sé por qué no lo puede olvidar; en cambio el guardián terminó por querer en serio a la princesa, si de verdad se nota que la ama, como un típico final feliz, pero no tan feliz, porque acuérdate que a la princesa algo le pasa con el príncipe, pero no sé qué es, porque quiere ser feliz con el guardián, pero es como si algo la atara al príncipe, algo tiene este personaje, pero no sé qué, porque no ha hecho nada especial tampoco” y la pregunta de la patada en el estómago: “¿Qué hago?” Yo le expliqué mi teoría y le dije que tal vez la princesa se había enamorado del príncipe y que al final el guardián había servido para aprender algunas cosas, en realidad aprendió varias, muchas, pero ya acabó eso, y que si el príncipe sigue enamorado de la princesa entonces ella debería cortar por lo sano y decirle adiós al guardián y cambiar la dirección de las burbujas hacia el príncipe. Pero con sólo escuchar la palabra “enamorada” me di cuenta de que un escalofrío le había recorrido el cuerpo, parece que no le gustó la idea.

Volvió a caer a tierra, se puso seria y me dio las gracias. Se fue algo inmutada. No me sorprende, suelo ser cruda para mis respuestas y ella suele ser sensible, chocamos. En todo caso, yo que la princesa mando a volar a todos.

martes, 10 de junio de 2008

Futura Falsa Esperanza ~·

* Pico papel * Me muerdo la lengua * Me como los dedos * Hago sonar los dedos pulgares de las manos... * ... y los dedos de los pies * Juego con las uñas * Muevo la pierna insistentemente * Me toco la nariz, la boca y el pelo * Me rasco los hombros * Me cambio de lugar * Me acomodo los lentes * Juego con la bufanda * Me muerdo los labios * Me miro los dedos * Rayo la mesa * Borro la mesa * Me acomodo la ropa * Como todo lo que pase frente a mi. ANSIAS Golpeas tu zapatilla contra mi zapato dulcemente y lo continuas con una sonrisa luego de haberme recogido de un desmayo...

miércoles, 4 de junio de 2008

for she... for my future me

Ve usted la luz al final del túnel, quiere ir hacia ella, quiere caminar, avanzar y cambiar. Quiere no ser. Avanza ella lenta y dolorosamente, se arrastra. A pasado por diferentes estados intentando encontrar el adecuado para cruzar. Vigilamos cada uno de sus pasos y ella misma ruega por ser velada. Canta él a su lado a susurros, usa lo que resta de sus sentidos para cargar la vida sobre sus hombros, vive de permisos y cuidados, de disculpas y silencios. Creo que ambos esperan una salida. No habla, no siente, no recuerda, no respira... sólo espera. Y nosotros esperamos por usted. Ahora hiverna y nos mantiene espectantes. Logra llenarnos de soledad y ausencia

martes, 3 de junio de 2008

Laberinto .·¨:¨·.

Siente sobre su cabello caer una gota de lluvia, cree que lo ha perdido todo. Mira silenciosa a las personas que pasan a su alrededor y siente una lágrima deslizarse por su mejilla: no era lágrima, era lluvia, pero no lo entiende aún. Necesita mirar al frente para no caer y ésto le impide mirarlo a los ojos, le molestaba esta situación, pero no podía hacer nada. Intentaba camuflar su estado. Intentaba camuflar sus pensamientos. Estaba todo perdido en ese preciso momento. Todas las salidas estaban abiertas. Estaban todos fuera. Todos habían escapado. No pudo sincerar ninguna palabra pues la inseguridad le celaba aún, daban vueltas en círculo una y otra vez, y contaba los minutos para explotar... no explotó. Revive la noche ahora. No queda más que hacer. Nada era lo que esperaba. Un grito la había atormentado, una llamada. Se sintió orgullosa de ser quien es en cuanto el silencio se rompió... pero al volver en sí encajó ambas historias y se derritió. Y voló otra vez, y al caer en suavemente sobre la objetividad entró otra vez en el laberinto, y piensa ahora cada vez, al recordar las palabras, qué será lo que calló. Qué habría pasado si lo hubiese sabido. Siente hoy sobre sus hombros la cálida sensación de volver a atrás, pero muy atrás, días y meses atrás. Y vive hoy con los sonidos atrapados en los labios, espera con calma a que alguien o algo que entienda y explique. Que ayude. Que solucione. Porque ella se encuentra, aún en estos días dentro del laberinto. Cae y cae y cae más profundo. Y paró. Y se eleva y se eleva y se eleva más alto. Vuela por los aires con cada pensamiento sobre aquel personaje de los círculos, pero cae estrepitosamente al recordar quién es y hacia dónde va...

lunes, 2 de junio de 2008

*escriba una frase cliché aquí* (M.S. (se cacha, cierto?))


Y mientras yo canturreo palabras de amor, a mi derecha un hombre llora por sus problemas sin saber que prontó le causaré otros peores; a mi izquierda otro hombre sufre por la misma causa de mi felicidad, este hombre no sabe que yo podría darle la felicidad a costa de la tristeza del ser de la derecha. Es decir, tengo en mis manos el destino de ambos hombres, puedo hacerlos felices e infelices con sólo chasquear mis dedos (o en su defecto, sacudir la nariz).

¿Qué hace Gasparín entonces? El pobre fantasma toma sus intenciones humilladas y las lleva donde esta bruja, la que controla a estos hombres, a lo que la bruja responde "silencio". Y multiplíquense los caminos por miles, tan largo cada uno de éstos que es imposible poder ver el final sin haber recorrido uno entero, pero entonces no habría vuelta atrás: no conocemos todos los finales, debe escoger uno.

Y el silencio justamente es el que reinó. Si el silencio es que me rige, pues me amistaré con él, silenciaré mis palabras hasta que no se escuche ni el susurro de mis pensamientos, los haré callar, dormir los sonidos, así hasta que Tiempo Al Tiempo tome poder, así hasta que no tenga que mover un dedo, pues Tiempo Al Tiempo lo resolverá. No di las gracias y salí nadando (no corriendo, que conste).

Tiempo después: ¿Qué es esto? ¿Cuál es la consecuencia? Tú no me conoces, tú no me recuerdas, pero en realidad yo aún intento recordar tu nombre... sin embargo, te extraño dulcemente. Supones que canto todavía mis canciones de amor entre medio de dos caballeros, pero, a estas alturas, ¿Algún hombre quisiera estar a mi lado? Alimentaré a las palomas eternamente...

Si supiera todas estas cosas como las saben los demás (siempre es el más involucrado, el último en enterarse del caso), entonces, sólo entonces me podría decir, señor, señora brujos, pero no lo sabe. ¿Dice usted que la amistad es una utopía? ¿Dice usted que el amor real es sólo de las películas? ¿O cree (peor aún) que son, éstas cosas, un par de cursilerías? Es que seguimos siendo humanos, yo misma, siendo quien sabemos que soy, soy, asimismo, como éstos dos hombres. El ángel del deseo muere, pero no siente goce ni placer, ni dolor, ni cree en la traición. Así funcionamos, como mortales, como no-ángeles, como humanos, pues ya somos sociedad (recuérda eso).

Rindióse el fantasma entonces al descubrir que jamás fue fantasma, que si una persona pasaba y miraba el lugar donde se encontraba sentado sólo veía a tres hombres; jamás vería a dos hombres y en medio a un melancólico fantasma.

Me afligí por esta situación. El fantasma murió dentro de mi, dentro de los vagos rincones, polvorientos, por cierto, de mi mente. Exploré tanto el único círculo de la magia y el poder, viví dentro de mi soledad, de mi invisibilidad, de mi ironía y mi alegoría, que no había descubierto el fantasma que jamás fue fantasma, que si lo llamaban así (aunque más bien, no lo llamaban de ninguna parte) era porque, con sus propias palabras, esupía calificativos a los demás (a veces errados) para calificarse a él mismo.

Infinito y fugaz. Sigo esperando, fantasma, a que caigas de las tierras a los mares, a que salves al destino, a que vivas en armonía conmigo misma, a que me esperes mientras yo te espero... y luego saltés como de un trampolín a mi nueva vida bajo las aguas... mi antigua, y ahora nueva vida bajo el agua.