Y mientras yo canturreo palabras de amor, a mi derecha un hombre llora por sus problemas sin saber que prontó le causaré otros peores; a mi izquierda otro hombre sufre por la misma causa de mi felicidad, este hombre no sabe que yo podría darle la felicidad a costa de la tristeza del ser de la derecha. Es decir, tengo en mis manos el destino de ambos hombres, puedo hacerlos felices e infelices con sólo chasquear mis dedos (o en su defecto, sacudir la nariz).
¿Qué hace Gasparín entonces? El pobre fantasma toma sus intenciones humilladas y las lleva donde esta bruja, la que controla a estos hombres, a lo que la bruja responde "silencio". Y multiplíquense los caminos por miles, tan largo cada uno de éstos que es imposible poder ver el final sin haber recorrido uno entero, pero entonces no habría vuelta atrás: no conocemos todos los finales, debe escoger uno.
Y el silencio justamente es el que reinó. Si el silencio es que me rige, pues me amistaré con él, silenciaré mis palabras hasta que no se escuche ni el susurro de mis pensamientos, los haré callar, dormir los sonidos, así hasta que Tiempo Al Tiempo tome poder, así hasta que no tenga que mover un dedo, pues Tiempo Al Tiempo lo resolverá. No di las gracias y salí nadando (no corriendo, que conste).
Tiempo después: ¿Qué es esto? ¿Cuál es la consecuencia? Tú no me conoces, tú no me recuerdas, pero en realidad yo aún intento recordar tu nombre... sin embargo, te extraño dulcemente. Supones que canto todavía mis canciones de amor entre medio de dos caballeros, pero, a estas alturas, ¿Algún hombre quisiera estar a mi lado? Alimentaré a las palomas eternamente...
Si supiera todas estas cosas como las saben los demás (siempre es el más involucrado, el último en enterarse del caso), entonces, sólo entonces me podría decir, señor, señora brujos, pero no lo sabe. ¿Dice usted que la amistad es una utopía? ¿Dice usted que el amor real es sólo de las películas? ¿O cree (peor aún) que son, éstas cosas, un par de cursilerías? Es que seguimos siendo humanos, yo misma, siendo quien sabemos que soy, soy, asimismo, como éstos dos hombres. El ángel del deseo muere, pero no siente goce ni placer, ni dolor, ni cree en la traición. Así funcionamos, como mortales, como no-ángeles, como humanos, pues ya somos sociedad (recuérda eso).
Rindióse el fantasma entonces al descubrir que jamás fue fantasma, que si una persona pasaba y miraba el lugar donde se encontraba sentado sólo veía a tres hombres; jamás vería a dos hombres y en medio a un melancólico fantasma.
Me afligí por esta situación. El fantasma murió dentro de mi, dentro de los vagos rincones, polvorientos, por cierto, de mi mente. Exploré tanto el único círculo de la magia y el poder, viví dentro de mi soledad, de mi invisibilidad, de mi ironía y mi alegoría, que no había descubierto el fantasma que jamás fue fantasma, que si lo llamaban así (aunque más bien, no lo llamaban de ninguna parte) era porque, con sus propias palabras, esupía calificativos a los demás (a veces errados) para calificarse a él mismo.
Infinito y fugaz. Sigo esperando, fantasma, a que caigas de las tierras a los mares, a que salves al destino, a que vivas en armonía conmigo misma, a que me esperes mientras yo te espero... y luego saltés como de un trampolín a mi nueva vida bajo las aguas... mi antigua, y ahora nueva vida bajo el agua.